Sí, quiero echar a correr, salir gritando de esta espiral de exámenes, entregas, trabajos y proyectos que me quita el sueño y la calma interior.
Quiero sentir que hago algo productivo, que mis esfuerzos no son en vano y que el tiempo no se esfuma tontamente. Quiero que se acaben estas noches en vela con la sola compañía de un flexo y mis apuntes. Esta falta de tiempo y de sueño me está pasando una seria factura.Quiero poder parar, despejarme, dedicarme aunque sea 15 minutos a mí y solamente a mí, sin que nada más importe.
Quiero creer que es posible seguir adelante, que todo esfuerzo vale la pena y que esto es sólo un mal febrero. Quiero que mis problemas, agobios y preocupaciones se congelen con el frío del invierno, que queden sepultados bajo aludes de nieve. Quiero poder disfrutar de la existencia, pasar una tarde tranquila, relajada, sin otra cosa en la cabeza que acordarme del simple hecho de respirar.
Quiero verte, refugiarme en tus brazos, que me escuden y me hagan creer que
todo pasará y que todo saldrá bien. Que con una caricia y unas palabras
al oído los problemas se esfumen, al menos, por unos minutos.Y es que estos días negros pasan lentos... pero más aún si tú no estás para aportarles tu luz.
Quiero que nos salga bien la jugada a los ambientólogos, que llevamos ya muchas noches de insomnio, dándonos ánimos cada vez más vacíos, alimentando esperanzas cada vez más difusas. Quiero poder sonreirle a los problemas, que recordemos estos días como una anécdota lejana, como aquellas noches de primero.
Quiero terminar. Quiero aprobar. Quiero dormir. Por querer que no quede.
Bajo la luz de las estrellas
miércoles, 30 de enero de 2013
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Impotencia
Llega un momento de la vida en el que uno se pregunta los motivos por los que ha llegado a un determinado punto y qué hacer a partir de ahí.
Siento que no estoy viviendo, sino existiendo. Los días transcurren veloces sin poder hacer otra cosa que no sea ir a la facultad, intentar hacer y entregar los miles de trabajos a tiempo y apenas descansar porque si no, faltan horas en un día. Veinticuatro no son suficientes. Los fines de semana son suspiros en los que, si tengo suerte, puedo sacar unos momentos para estar con los que me importan y, a veces, ni eso. No esperaba que este año fuese así, tan duro, tan frío, tan cargado de obligaciones casi imposibles de cumplir... No esperaba sentir, pasada ya la mitad de la carrera, que quizá me había equivocado en mi elección, que quizá estudiar esto no fuese lo mío.
Dicen que todo esfuerzo en esta vida tiene su recompensa, y que ésta es una de las etapas de la vida más bonitas que recordaré con mucho cariño dentro de unos años. Dudo que en el futuro tenga ganas de recordar esta pesadilla, este estrés constante, este no parar, el sentir que no tienes ni un solo rato para tí al día. Hay quien intenta aliviar las cosas con ánimos y pensamientos positivos que ni él mismo se cree: Palabras vacías y sin sentido que intentan percolar entre tanta impotencia e inspirar un poco de esperanza, todas ellas sin resultado alguno.
No sé cómo, pero de pronto me veo asaltado de nuevo por miedos e inseguridades. No sé hacia dónde proyectar mis intenciones, mi camino, mis objetivos, ni si seré capaz de seguir adelante con todo esto. Sólo siento que siembro demasiado para recolectar tan poco, que tanto empeño y tanto esfuerzo en todo lo que hago, apenas sirven para nada. Me siento, pese a estar rodeado de gente, solo. Muy solo.
Todo esto es una locura. Uno acaba harto de que los ecos de la impotencia sean la banda sonora del día a día.
Siento que no estoy viviendo, sino existiendo. Los días transcurren veloces sin poder hacer otra cosa que no sea ir a la facultad, intentar hacer y entregar los miles de trabajos a tiempo y apenas descansar porque si no, faltan horas en un día. Veinticuatro no son suficientes. Los fines de semana son suspiros en los que, si tengo suerte, puedo sacar unos momentos para estar con los que me importan y, a veces, ni eso. No esperaba que este año fuese así, tan duro, tan frío, tan cargado de obligaciones casi imposibles de cumplir... No esperaba sentir, pasada ya la mitad de la carrera, que quizá me había equivocado en mi elección, que quizá estudiar esto no fuese lo mío.
Dicen que todo esfuerzo en esta vida tiene su recompensa, y que ésta es una de las etapas de la vida más bonitas que recordaré con mucho cariño dentro de unos años. Dudo que en el futuro tenga ganas de recordar esta pesadilla, este estrés constante, este no parar, el sentir que no tienes ni un solo rato para tí al día. Hay quien intenta aliviar las cosas con ánimos y pensamientos positivos que ni él mismo se cree: Palabras vacías y sin sentido que intentan percolar entre tanta impotencia e inspirar un poco de esperanza, todas ellas sin resultado alguno.
No sé cómo, pero de pronto me veo asaltado de nuevo por miedos e inseguridades. No sé hacia dónde proyectar mis intenciones, mi camino, mis objetivos, ni si seré capaz de seguir adelante con todo esto. Sólo siento que siembro demasiado para recolectar tan poco, que tanto empeño y tanto esfuerzo en todo lo que hago, apenas sirven para nada. Me siento, pese a estar rodeado de gente, solo. Muy solo.
Todo esto es una locura. Uno acaba harto de que los ecos de la impotencia sean la banda sonora del día a día.
jueves, 22 de noviembre de 2012
Una ducha fría y un tío caliente
Y es que hay ocasiones en la vida en las que lo único que uno necesita es un tiempo para despejarse, una ducha fría y un tío caliente... aunque no precisamente en ese orden.
Ésta, es una de ellas.
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