Amanece.
Es increíble esa sensación de ver cómo poco a poco el mundo
comienza tímidamente a despertarse. El cielo cambia del negro al azul, pasando
por el morado, mientras un silencio aplastante reina a tu alrededor, sólo
interrumpido por murciélagos trasnochadores que buscan cobijo.
Y mientras tanto yo, sentado en el jardín con un té en una
mano y un tocho de apuntes en la otra, disfruto de este pequeño momento de
soledad, acompañado tan sólo por mis
pensamientos. Momento que, rodeado de plantas, pensamientos positivos, olor a
madreselva y los primeros destellos de luz del día, sirve para recargarme las
pilas y afrontar el día con una sonrisa.
Amanece, que no es poco.
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