Superar febrero y junio de segundo, conseguir el B1 o B2 en francés, aprobar tercero y, mientras tanto, ir consiguiendo algo de dinero para ahorrarlo, ya sea con algún mini trabajo en verano, o a base de vender artesanías, como hasta ahora. Irme a cursar cuarto a Francia y hacer allí el proyecto de fin de carrera, para volver con una estancia en el extranjero, un proyecto en otro idioma, la carrera acabada y algunos ahorros bajo el brazo. Y entonces, largarme.
A veces, ocurren cosas que te hacen ver que la lucha contínua merece la pena, que las horas de sueño sacrificadas sirvieron de algo, que el renunciar a tantísimas cosas verdaderamente valió la pena.
Aprobar febrero entero fue un pequeño paso que yo creía bastante imposible de dar. Eran un par de asignaturas de problemas y algún que otro profesor capullo que quería suspenderme por mi cara bonita contra los que tenía que luchar. Sí, sorprendente, pero así es. Pero, quizá debido a la acción de los duendes, fueron apareciendo aprobados. Uno, dos... cinco. Pleno. febrero superado.
Es ahora cuando me planteo el luchar a lo salvaje, luchar contra todos los problemas de la sociedad, luchar por que no nos hundan en el futuro, luchar por seguir cumpliendo mis objetivos, luchar por un mundo mejor, luchar para que esa pequeña lista de color rojo se vuelva entera verde. Y sí, quizá tropiece y alguna meta se caiga al suelo, pero no por ello voy a rendirme.
Y para los lectores que no sepan de dónde viene todo esto... Dos años y medio: Comienza la cuenta atrás.
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